En estos tiempos en que todos andamos a vueltas con la inteligencia artificial (IA), con ChatGPT, y preocupados y ocupados con sus posibilidades y amenazas no está de más aplicar un poco de visión y un mínimo análisis de la realidad que está y la que puede venir. ¿La IA es el algoritmo que marcará la diferencia? ¿Cabe la posibilidad de usar la inteligencia artificial al servicio del hombre o nos va a sustituir irremediablemente?
La Inteligencia Artificial al servicio del hombre, aprovechando su capacidad transformadora.
Negar que la IA y la tecnología son verticales de transformación a estas alturas es como negar que la tierra es redonda. Es resistirse no ya al cambio sino a la realidad. Por tanto el esfuerzo y el foco hay que ponerlo en cómo hacer para que esa IA aporte valor y soluciones y cómo adaptar servicios, procesos, y mejorarlos con las posibilidades que ofrece, como actualizar las profesiones para que la IA potencie su sentido.
La IA tiene valor operativo para “eficientar” mucho de lo que hacemos y también puede tener cierto valor predictivo. El temor de esa IA que sustituya al humano tiene su base porque efectivamente hay tareas que desaparecen pero el humano y su valor no. Esto es, se trata de pensar en cómo trabajar más y mejor con la IA y no enrocarse en eso de la IA viene para echarme.
Esto pasa por saber estar con ella, utilizarla, aprovecharla, “entrenarla”, aplicarla y ubicarla en nuestro entorno y encajar nuestro rol en aquellas fases del proceso y el trabajo donde tengamos más sentido. Para ello hay que trabajar con y desde la tecnología y no de espaldas a ella e implicarse en el diseño de las herramientas que nos interesan y que más solucionen y optimicen lo que hacemos.
El verdadero algoritmo de la diferencia.
Efectivamente, contribuir al diseño de esos algoritmos que permitan una IA que sea útil y diferencie y mejore nuestras prestaciones pasa por nuestra dedicación a ello. Y hay una creciente e incesante oferta de expertos, empresas, y opciones con herramientas personalizadas a partir de un estándar o incluso completamente adaptadas y que buscan integrar y responder necesidades.
Los algoritmos definen las herramientas y las orientan a un uso o para generar un tipo de recurso y de respuesta. Aportar y participar en dar sentido a esos algoritmos es parte del presente del futuro de cualquier profesional.
Ahora bien el algoritmo que marcará siempre las diferencias aun con toda esa realidad tecnológica es el de aquello que precisamente no cabe en ningún algoritmo. Tiene que ver con los valores, con la visión y con la identidad en una empresa y de las personas que forman parte de ella. El algoritmo de la diferencia es ese que tiene que ver con la generosidad, con la empatía, con el respeto, con el equilibrio, el compromiso y la responsabilidad, con la confianza y la lealtad.
Es ese algoritmo de humanidad real y tangible que precisamente en un contexto más deshumanizado será distintivo y definitivo. Esa base de ser y sentir constituirá un eje de autenticidad insustituible que debe cuidarse en todas las direcciones: dentro de los equipos, en el liderazgo, con los clientes…
Aunque se sigue debatiendo si la IA llegará a reproducir emociones, es la naturaleza humana la que tiene la capacidad inherente de sentirlas y hacerlas sentir. Es ese algoritmo único de vida el que en un contexto tecnológico se convertirá en polo de atracción y en verdadera diferencia competitiva. Las IA se parecerán a sus dueños pero sus dueños serán mucho más que esas IA que trabajan con ellos.
Cambiará la forma de trabajar pero el cambio constante será del de cuidar y proyectar valores con identidad.
¿Innovación y tecnología?
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