Hace poco un compañero me refirió un artículo de Javier Marías (DEP): “El estrabismo de los semidioses”. Este texto habla de fútbol y del don especial que distingue a los mejores futbolistas de la historia a juicio de este extraordinario escritor y madridista acérrimo. 

Conforme mi colega me desgranaba lo esencial de los conceptos que proponía este autor, no podía evitar pensar en su aplicación al liderazgo y la dirección de equipos, a la clasificación de competencias profesionales y personales, y de las habilidades de desempeño, e incluso a la gestión de incidencias, y a los planteamientos estratégicos y organizativos de cualquier compañía.

Así que no pude menos que profundizar en la lectura donde Javier Marías, con su elegante y densa escritura,  justificaba el porqué consideraba que Pelé, Di Stéfano y Cruyff, estaban por encima del resto de los mejores jugadores de la historia. Y lo hacía apelando a conceptos como su “inteligencia abarcadora”, y su capacidad para tener la cabeza y la visión a “ras de hierba” y a su vez “suspendida en el aire”, y viendo el conjunto y anticipando oportunidades o problemas. Un talento doble que los convertía a la vez en “intérpretes y compositores, personajes y autores…”. Esa doble mirada o visión, esa dualidad de talentos, “ese estrabismo” los hacía únicos.

El resto de grandes jugadores podían llegar a resolver partidos ellos solos y desarrollar un talento individual inigualable, y marcar las diferencias o resolver cualquier contienda. Otros grandes jugadores, sin ser tan definitivos en los fundamentos individuales, sí tenían el don de anticipar el juego, y de organizar y liderar el equipo, y hacer lo que demandaba cada contexto.

Pero esta terna “divina” acumulaban y atesoraban ambas visiones: resolver individualmente con brillantez cualquier lance, y a su vez eran capaces de movilizar al resto, de entender lo que requería la competición en cada momento, de estructurar a sus compañeros y de adaptarse a lo necesario para el resultado y para el equipo, e incluso de anticiparse a las situaciones, y a su vez proyectaban un carisma y un áurea más allá de su virtuosismo con el balón en los pies.

La otra visión en en mundo empresarial

Y ahora extrapolemos esto a cualquier empresa y a su funcionamiento, a las relaciones internas, a la orgánica y operativa, a las competencias directivas y de liderazgo, y al desempeño profesional. Y también aplica a: esos abogados expertos y con alta cualificación en una materia y grandes destrezas para su área, incluso con una intuición jurídica extraordinaria; lo mismo para esos arquitectos, o incluso esos médicos, o esos ingenieros…

Sin embargo, ese nivel excelso de conocimiento, y esa excelencia individual no siempre va acompañada de la capacidad de ver más allá del asunto, del caso, de la materia, del proyecto, del paciente… Pueden ser inigualables resolviendo lo que les atañe pero no alcanzan más allá de eso, o les cuesta por ejemplo coordinar un equipo, distribuir trabajo, confiar en otros, y sobre todo, se les escapa ver lo colectivo, la “visión suspendida” y del mañana, anticipar posibilidades o liderar crisis y desprender carisma..

Son esenciales en un equipo de máximo nivel, pero no son los más adecuados para gestionar un equipo, para diseñar una estrategia, para construir una marca o planificar innovaciones, para anticipar o resolver problemas colectivos. El mejor abogado no necesariamente es el mejor director del despacho, ni el mejor médico el que debe dirigir el departamento o el mejor arquitecto del estudio… 

Por otra parte, tampoco resulta completo ese perfil de directivo o de profesional que dirige sin la experiencia o el conocimiento del ejercicio práctico y real de lo que está coordinando, y sin un alto nivel de prestaciones y desempeño como profesional previo o acompañando esa otra “visión” de conjunto, desde arriba e integral… Se me va la cabeza a muchos gobernantes políticos, pero mejor nos centramos en el fútbol y la empresa, que parecen tener mejores perspectivas.

En definitiva, resulta diferencial y definitivamente valioso ese “estrabismo” que les lleve a esos grandes profesionales a ver y mover el colectivo, entender el conjunto y enriquecer el todo y sumar las partes, y anticipar circunstancias y tomar decisiones más allá de ese don de resolver lo que les atañe.

Mira tú por donde, yo mismo, que padecí y estoy operado de estrabismo en mis ojos ahora, me cuestiono cuidar esa dirección divergente y diversa de mi visión, y la recomiendo como criterio y contenido del liderazgo y la gestión empresarial.

La otra visión

Mis redes

LinkedIn

Facebook

Instagram