Ojalá esté equivocado en lo que percibo y veo. Y también asumo la opción de equivocarme al compartirlo, hablemos de la amnistía. Estamos en tiempos donde lo de esconderse no creo que sea una alternativa y antes de falsas etiquetas salgo yo con mi propia camiseta.

El problema de la política de hooligans.

Puedo estar equivocado, pero entiendo que en los extremos y radicalismos no suelen estar las mejores respuestas. Los “forofismos” son una irresponsabilidad y nublan la visión porque evitan el pensamiento crítico. Y me temo que nos hemos metido en una política de hooligans, quizás eco de una sociedad donde estaban latentes ciertas dicotomías muy distantes. Aunque también es posible que se haya buscado el eco en la sociedad de esas políticas polarizadas como modo de simplificar la perversa aritmética de los votos y el manejo de los votantes.

Sea como fuere de repente estamos en un contexto polarizado y tenso que antes no existía y eso parece haberse agitado más desde discursos de interior que desde clamores de la calle, aunque ahora se trate de un círculo de tensión con vértices más difuminados. Ahora lo perverso es ese bucle donde hay grupis callejeros de posturas de hemiciclo y al revés.

“Los otros”: credibilidades y coherencias.

Puedo estar equivocado pero el bloque principal que hoy enarbola la bandera, que ahora se cuestiona y está en riesgo y que trata de contrarrestar ese discurso de progresismo a medida, también tuvo su momento y su oportunidad de cambiar las cosas y evitar que esto fuera posible y no lo hizo. Y también se entregó en su momento a la tendencia de dar trozos de todos para tener el apoyo de una parte. 

Salvo error por mi parte echo en falta un discurso oficial asumiendo eso y mostrando cierto arrepentimiento y enmienda para ganar en autenticidad. De otro modo queda la sensación de que harían algo parecido pero por el pasillo de enfrente. Es decir, estamos en tiempos de escasez en lo que a credibilidad y autenticidad se refiere y sería un espaldarazo una posición expresa en ese sentido para despejar cualquier sombra de que en el futuro pudieran hacer algo parecido.

La viabilidad jurídica de la amnistía.

Ojalá me equivoque y me demuestren lo contrario por los canales del análisis honesto pero jurídica y normativamente lo que se pretende no tiene cabida en la configuración actual del ordenamiento jurídico. Hacerlo puede conllevar la quiebra o modificación de principios esenciales del Estado de Derecho y eso debiera exigir como previo un refrendo real y transparente del pueblo de modo expreso y directo y no indirecto.

Y es que resulta llamativo disponer o debatir y abrir un posible referéndum de catalanes para Cataluña sobre sus intereses, que afectan a todos y al propio modelo de Estado; mientras que escuchar la opinión de todos sobre algo tan sustancial como la separación de poderes, el mismo modelo de Estado y tan concreto como perdonar deudas y delitos determinados y a cargos representativos que sí atentaron contra la convivencia de todos y el sistema vigente; parece menos importante. 

Lo de las comparativas de esta amnistía con, por ejemplo, la fiscal de hace un tiempo es poco sostenible… Hay que decir que esta última fue frenada y anulada por el TC y que estaba al alcance de todos los que cumplieran determinados requisitos en cualquier punto de España. Nada que ver con esta amnistía personalizada, a medida e inconcebible que supone el pago de un precio que estira hasta romper la igualdad de todos para el beneficio de unos pocos.

El significado de los votos: la representación y el compromiso con los votantes.

Ley Amnistía

Puedo estar equivocado pero un voto no es un cheque en blanco y no legitima a su destinatario a gobernar a cualquier precio. El mandato de un votante de cualquier signo no es a ocupar un sillón sino a representar y defender los intereses y derechos de todos y sobre todo a cumplir lo dicho y expuesto para alcanzar ese apoyo y encargo de representación.

Y desde luego lo que no puede ser nunca es una justificación para apartarse de programas, discursos, promesas, mensajes y contenidos que son los que apoyaban sus votantes y están en la esencia de su propio partido. Apelar a la representación para ejecutar políticas o decisiones contrarias a las expuestas o prometidas  y apartarse de los mensajes que merecieron apoyo remuevo el sentido mismo de la representación. En este momento y en todos. Aplicable a cualquier signo político y mucho más a un Gobierno.

No cabe que el camino pase por hacer lo contrario de lo que se decía y proclamaba. Eso cuando menos exige ese refrendo para seguir otra dirección de quienes le dieron la confianza para otro mensaje. Los votos no legitiman una dictadura de cualquier opinión frente a una mayoría significativa e indiscutible. Sin olvidar que los afiliados son una ínfima parte de los votantes, muy respetable también, pero muy limitada en porcentaje real.

Sistema de partidos: de su valor al conflicto de intereses.

Ojalá esté equivocado pero el sistema de partidos está en crisis. El sistema de partidos se debilita cuando impera el servilismo, el sectarismo y el forofismo. Cuando no corrige personalismos y autocracias. Cuando no se cuida la Libertad interna o cuando todo está condicionado e intoxicado por intereses propios y de cada uno y se funciona en un circuito de repartos internos, a modo cortesano.

Si la elección es entre decir “sí” o pierdo lo mío y mi posición o incluso el pan de mi casa, hay un conflicto de intereses y hasta un vicio del consentimiento. Es más palpable ahora aunque reconozcamos que está presente en los colores políticos, salvo escasas y honrosas excepciones.

El miedo paraliza y perpetua el estatus quo y las castas y las zonas de confort por injustas que sean. Manipular y dejarse manipular por el temor a lo que es o puede ser, lo que no está ni cerca de llegar a veces impide ver lo que está llegando por el otro lado.

Ningún sillón y ninguna investidura puede sostenerse en la construcción de desigualdades y de injusticias entre ciudadanos de un mismo país. Y no cabe que uno tenga que pagar lo que a otro se le perdona o que uno no tenga nada o casi nada para que otros tengan más o lo que no tiene nadie y afecta a todos, y encima a cambio de un apoyo para un cargo político… Y por cierto, poco o nada tiene que ver eso con ideologías que buscan un reparto de la riqueza equilibrado e igualitario en cualquier época o momento.

Amparar esto en que es el modo de frenar a la extrema derecha es una forma manipuladora de justificar aliarse con un extremo evidente y parcial (que no respeta ni reconoce el sistema ni a la mayoría y que ha delinquido contra él pese a vivir de él y en él), para evitar otro extremo que está por ver que pudiera ser lo que se dice o llegar, y que desde luego ahora mismo está sujeto y controlado por el propio sistema que sí respeta y reconoce y cuyos postulados no proclaman como prioridad romper el sistema constitucional actual. Sin perjuicio de reiterar el rechazo a los extremos y las intransigencias, o los recelos a la política de golpe de martillo o a la necesidad de besar banderas para demostrar un amor superior a la misma.

¿Partidos territoriales como solución?

Con el planteamiento de esta ley y con esta negociación y su resultado, y con el sistema actual y el modo de gestionarlo los partidos políticos, el mensaje final es claro: a ninguna comunidad autónoma nos interesa apoyar a ningún partido que no sea regionalista para defender nuestros intereses ante el conjunto. Y de este modo y con esta dinámica se nos llama a alianzas de bloques territoriales que miren desde ellos sin vista para todos.

Quizás ese ha sido el “fallo” de otras CCAA: apostar por el todo y por todos y encontrarnos con que ese “todo” resulta que realmente son “algunos”. que no tienen reparos en pisar a cualquier otra parte o relegar cualquier solidaridad frente a sus intereses de ser otra cosa y gobiernos con el interés general como moneda de cambio y divisa justificada para pagar asientos de hemiciclo. 

Y quizás esto nos lleva a otro modelo de país y eso requeriría otro debate o que hubiera estado en el debate electoral para que el mandato representativo fuera completo y cierto y no generara tantas dudas en algo tan trascendente.

Necesito entender cómo y en base a qué un diputado extremeño (o de otra comunidad autónoma que no sea Cataluña o el País Vasco) puede defender o justificar un acuerdo claramente lesivo, perjudicial e injusto para su tierra… y muy en concreto para esta que me toca directamente. 

¿A quién están representando exactamente? ¿No deberían preguntar en sus CCAA algo que no han expresado ni comunicado en sus propuestas y que ahora apoyan con sus votos representativos en contra de los intereses de los territorios que les dan ese mandato?.

Lo que también está pasando y puede pasar.

Con todo este juego de sillas y sillones llevamos desde mayo con un gobierno en funciones o en modo electoral, y un sistema en clave de votos y de ley dhont. Y claro lo que está en funciones no funciona mucho o no lo suficiente, y estar echando cuentas de la aritmética de los votos también condiciona el qué y cómo lo hacemos.

Mientras la economía, la seguridad jurídica, la estabilidad, la capacidad de respuesta y las necesidades de la gente, de las empresas están al otro lado de las puertas del “palacio” esperando o retirándose. Y es objetivo que todo esto no ofrece el mejor escenario para la inversión nacional e internacional que paraliza, ralentiza o directamente se lleva sus buenas intenciones.

¿Qué se responde ante esto?. ¿Qué se va a hacer ante esto?…¿subir impuestos?…

¿Todo vale en política?

Condonar deudas, perdonar delitos, conceder más dinero y más derechos para conseguir un gobierno que ya nace en esa desigualdad e injusticia difícilmente casa con el interés general y de todos. Desde la constitución hay unos reconocimientos históricos, territorios forales, beneficios autonómicos determinados. Sin embargo en los últimos 25 años especialmente asistimos al desequilibrio excesivo de la historia, a darle la vuelta y a que ahora esa historia ahora sea la de un agravio histórico de unos territorios que merecieron y tuvieron y tienen ese tratamiento frente a otros que casi no merecen nada y que cada vez tienen menos. Ahora la historia igual tiene que ser otra… y prometer un reparto de dinero que no hay y que sigue saliendo de bolsillos cada vez más mermados no parece una solución fiable.

España no es de nadie y es de todos, no puede ser más de unos que de otros y no puede basarse en dar lo de todos a unos pocos o darle a unos pocos lo que no se le da a todos. Y si hay que construir una España distinta también tiene que ser entre todos y para todos y no para que nadie ocupe un sillón o para que algunos salven el suyo o se salgan con la suya.

Este país impulsó su democracia con concesiones de todos y ahora la pone en peligro o la intoxica por conceder a unos por encima y más allá y a costa de todos los demás. Eso no es progresismo ni justicia.

Y en estos días debatía con mi hijo mayor en relación a esto y llegábamos a un consenso: un representante político no es mejor porque piense como nosotros, sino porque sea cual sea su pensamiento o ideología, sirva y escuche a todos por igual y no beneficie a unos sobre otros para fines que no tengan que ver con todos.


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