La innovación es un término que considero no se entiende del todo bien porque todavía hay una tendencia muy intensa a vincularlo con la ciencia o a considerarlo un tema de expertos o tecnólogos.
La innovación tiene que ver y es para mí hacer algo que nadie te pide, una transformación determinada, incluso con el riesgo del fracaso y el error, y todo desde una determinada visión, vocación, intención y misión.
En un intento de pulsar qué puede entender cualquiera por innovación recurrí a mi auditorio favorito: mis cuatro hijos (entre los 6 y los 15 años) y una de mis fórmulas: pregunta directa y por sorpresa: “¿si te digo innovación o innovador o innovadora, en qué piensas?”.
La respuesta fue variada en la forma, fruto de la edad y los caracteres de cada uno. Pero la tendencia resultó bastante uniforme: innovar lo asociaban a inventar, a algo totalmente nuevo. Vamos que se viene confundiendo o mezclando innovación con “innovención”.
Y lo cierto es que mis hijos están muy en la línea de lo que muchos o la mayoría piensan de la innovación. Que sin dejar de tener cierta parte de verdad, es una verdad sesgada o muy parcial y que limita el alcance en sí mismo de la innovación.
SIGNIFICADO DE LA INNOVACIÓN
El significado de la innovación es mucho más amplio y enriquecedor que crear algo nuevo.
Ante todo la innovación implica diferenciación pero no toda la diferenciación pasa por la innovación, aunque sí por cierta creatividad, una personalidad definida y una identidad reconocible.
La innovación es clave, pero entendida en sentido amplio, de modo que descartemos la exclusiva de esas imágenes a base de tubos de ensayo, cables, batas blancas, robots, la ingeniería o la nasa como estereotipos clasificatorios de lo que es o debe ser innovación, porque puede haber innovación en productos, en procesos, en conceptos, en formatos, en la comercialización, en el mensaje…
Y lo que deviene esencial es la vocación e inquietud innovadora, esa búsqueda creativa de la novedad, el invento aplicado sobre algo nuevo o la renovación ejecutiva de algo que ya existe, o simplemente la adaptación de un concepto de otro sector al tuyo.
Sin embargo es muy peligroso y hasta perverso vincular la innovación con la invención como decíamos, provocando el efecto de ahuyentar de este necesario elemento y calificación a todo aquel que no aporte algo desconocido y totalmente nuevo… Y eso es absolutamente falso.
Steve Jobs sólo hubo uno, y otros grandes innovadores e inventores de nuestra historia son referentes únicos, pero aunque la radio, la televisión, el teléfono… o “la manzana roída” ya estén inventadas, hay mucho por hacer, y nadie hará como tú aquello que tú mismo estás pensando.
La primera innovación pasa por atreverse a implementar un pensamiento, una ilusión o una idea, o siquiera un detalle o un gesto. El éxito de ese atrevimiento reforzará y consolidará la innovación como tal.
TIPOS DE INNOVACIÓN
Buscando la diferenciación ya innovaremos, y tal vez la innovación surja en el camino. Cuanto más exploremos y conozcamos nuestro propio negocio o actividad mayor capacidad de innovar tendremos en ella, y no necesariamente será el origen el punto donde nuestra innovación sea más efectiva.
La observación del entorno y de otros entornos y sectores también es una excelente fuente de inspiración.
Por tanto si sentado bajo un árbol una manzana no cae de la rama y te golpea la cabeza y no descubres la teoría de la gravedad, no descartes ni huyas o creas que la innovación no es lo tuyo, porque la innovación tiene que ver y se alimenta con el conocimiento, el trabajo, la investigación, la prueba, la creatividad, la adaptación o extrapolación de conceptos..
Para entender la innovación tenemos que conocerla y saber qué tipos de innovación hay, la mejor forma de “vencer al enemigo” es conociéndolo 😉
Nace en el empeño, la intuición o la visión y las ganas o en una sensibilidad concreta, pero se hace, se reproduce y crece a base de atrevimientos, intentos, método… Y quien innova siempre está mucho más abierto a vivir y tiene más posibilidades de sobrevivir.
Innovación abierta
La innovación abierta es aquella en la que la empresa crea alianzas con empresas o profesionales externos con la intención de innovar. Se trata de un tipo de innovación muy enriquecedora y que genera buenos resultados dado que combina el conocimiento interno de la empresa con el conocimiento externo para así poder sacar adelante proyectos de I+D.
Gracias a la innovación abierta la empresa puede reducir costes económicos y de tiempo, incorporan patentes tecnológicas, ideas o productos consecuencia de los colaboradores externos y es más fácil comercializar esa innovación.
Innovación incremental
La innovación incremental rompe con ese concepto de innovación que tenemos tan asimilado de inventar o crear algo nuevo.
La innovación incremental consiste en mejorar algo que ya existe dentro de la compañía, incorporando mejoras dentro de la base de ese elemento que queremos mejorar.
Este tipo de innovación suele estar muy relacionada con la tecnología y puede afectar desde al modelo de negocio como a la gestión de procesos.
Para aplicar la innovación incremental se usan herramientas creativas orientadas a conseguir un fin determinado como puede ser la tormenta de ideas o los mapas mentales.
Innovación disruptiva
La innovación disruptiva es un tipo de innovación que afecta a una determinada industria y que puede llegar a hacer que todo cambie. Incluso puede llegar a conseguir que la industria cambie drásticamente.
Estamos en un momento en el que la innovación disruptiva está pasando casi sin que nos demos cuenta.
El teletrabajo que se hacía impensable es algo común consecuencia del punto de inflexión que ha supuesto el COVID. Las empresas están cambiando de forma radical.
En el ámbito del ocio también está cambiando todo: medio millón de personas siguieron al youtuber Ibai Da en streaming dando las campanadas.
Estamos en un momento en el que innovar es la solución para seguir adelante
PROCESOS DE INNOVACIÓN ¿CÓMO INNOVAR? SER PARA HACER.
¿serías capaz de ponerme esto por fases ? Fase 1: encontrar el para qué, Fsase 2…
Sí, hay muchos tipos y clasificaciones sesudas y técnicas de la innovación pero la innovación que tiene sentido es la que nos aporta valor, la que nos sirve y nos genera rentabilidad en alguna línea.
Y todo empieza no tanto por el “qué” sino en el “cómo” y en el “porqué”. Y por tanto en el “ser”. Podemos hacer innovación por imitación, por ejemplo o por inversión; y acabar siendo innovadores; pero será mucho más efectivo y natural si somos innovadores y nos formamos y empleamos como tales para hacer innovación.
Y hay un elemento muy especial que cualifica y fortalece también la innovación: la sensibilidad.
Para mí no hay vida sin sensibilidad y no hay sensibilidad que no aporte valor a la vida. La sensibilidad siempre enriquece y completa y permite ver más allá de lo evidente.
La sensibilidad es la fortaleza de sentir además de pensar y de pensar para después sentir y eso siempre multiplica los procesos y sus posibilidades. Y ser sensibles da un plus a la innovación y le abre vías especiales.
La innovación con sentido es la innovación que nos sirve y necesitamos y el detector y catalizador es esa sensibilidad. Y, del mismo modo, la innovación que nos sirve y necesitamos es la que nos da sentido y tiene sentido.
Por eso la innovación y la forma de innovar tienen que estar vinculadas con los valores y la identidad de la empresa, con el “ser” del empresario y del órgano de gobierno de la empresa.
También la innovación necesita partir de cuestionarse “quiénes somos” y “quiénes queremos ser”; y es muchísimo más que comprar tecnología avanzada o tener un departamento.
La innovación debe convertirse en un valor de la compañía y la compañía debe ser un valor para la innovación y por eso hay que canalizarla de forma transversal y conseguir que se “capilarice” por todos los poros organizativos.
Se trata de propiciar la participación en la innovación de todo el talento innovador a nuestro alcance y de nuestras organizaciones. Se trata de sumar todos los factores que puedan aportar innovación en la compañía y hacerlos partícipe.
No consiste en tener un departamento de innovación (salvo como eje dinamizador o coordinador), porque eso es como encender una bombilla dentro de una caja. Se trata de ir pasando la vela y la llama por todos los rincones, o que todos echen un “palito a la lumbre”.
Innovar aglutina invención, diferenciación, ocurrencia, iniciativa, detalles, procesos, sistemática, … y el hilo conductor es la identidad y valores de sus protagonistas y sus destinatarios.
Y la innovación comienza por alinear y aprovechar el talento, por descubrirlo, motivarlo y comprometerlo con los objetivos de la organización a base de conciliación, flexibilidad, autoorganización, responsabilidad, confianza, participación y compromiso. Incluso, a veces lo más tradicional y universal es lo más innovador.
Crear dinámicas, formar dinamizadores, generar canales de propuesta y diseño, espacios de pensamiento, implicar a los grupos de interés, cultivar la escucha social, y facilitar la participación de clientes, proveedores, empleados, directivos…
La inversión es necesaria pero a su vez tan importante como la creatividad y reorganización y reubicación de recursos, y redescubrir nuestras propias posibilidades. Y todo ello parte de hacerlo de un modo que nos haga sentir cómodos y alineados, que siga alimentando nuestra marca.
La innovación necesita también de una actitud específica enfocada a ello y de una cultura continua para pensar con un punto diferente. Eso se entrena, se prueba, se mejora y se sistematiza.
Ser innovador es el apellido que multiplica cualquier talento en esta era, y construir y gestionar una organización innovadora y con innovación también la multiplica.
Se trata de tu innovación, no de la innovación y eso es posible desde dentro hacia fuera.
Hay talento innovador por sumar, descubrir, sistematizar y aplicar en cada organización que nos servirá para atraer más innovación y talento y para seleccionar la innovación y el talento externo que nos interesa.
GESTIÓN DE LA INNOVACIÓN: Organizar y sistematizar la innovación es posible.
Todo objetivo exige un plan y todo plan exige un objetivo.
Si nuestro objetivo es crear innovación o ser innovadores, debemos planificar y organizar lo necesario.
Y si nuestro plan es la innovación debemos ponerle objetivos a aquello que hagamos desde esta concepción.
Es un hábito necesario y saludable y como tal se puede implantar, entrenar y desarrollar.
Lo más efectivo es empezar por la sensibilización y la interiorización de la mentalidad innovadora. Que fluya esa cultura innovadora y que empape la organización.
Y muy importante: la innovación no solo se manifiesta en grandes descubrimientos o hechos sino que, a partir de esa identidad, también se alimenta y retroalimenta de pequeños detalles y gestos cotidianos.
Dicho todo lo anterior, como reto que es la innovación tiene sus peajes: de incomprensión, de inversión y coste, de resistencia en la medida en que supone cambio, de fracaso y reinicio, de aprendizaje, de ensayo y error…
Por eso exige preparación y convicción, después método y aplicación, después medición y validación. Tiene sus fases, pero eso ya es otro capítulo.
Preguntados los niños, se me está ocurriendo preguntar a los abuelos. Porque la innovación no tiene edad, ni momento, o más bien tiene todas las edades y momentos. Y la innovación surge de preguntas adecuadas y desde ellas buscar respuestas. El camino inverso o saltándose el cuestionamiento, puede perdernos.
Y en la innovación se trata de encontrar y de encontrarnos.
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